sábado, 29 de octubre de 2011
Michael Albert – A Economía Participativa / PARECON ( EN+ES subt.)
A Economía Participativa é un sistema económico alternativo ao modelo capitalista e os seus valores claves que a guían son a autoxestión, solidariedade, diversidade, equidade e equilibrio ecolóxico. Michael Albert xunto a Robin Hahnel desenvolveron este modelo dende os anos 80 e sosteñen que estes valores principais deben ser aplicados cun mínimo de xerarquía e un máximo de transparencia en todos os debates e a toma de decisións. Este modelo está deseñado para eliminar o segredo na toma de decisións económicas, e no seu lugar alentar a cooperación amigable e o mutuo apoio.
martes, 25 de octubre de 2011
La urgente y necesaria prioridad: La república del bien común
Antonio Fuertes Esteban – ATTAC Acordem
El sistema democrático está muy por debajo de mínimos, no cumple su función principal: proveer la democracia. Cada vez somos más ciudadanos y ciudadanas los que exclamamos que el sistema que nos contiene no es una democracia ya que quien cuenta no es el pueblo, sino una minoría de “aristócratas”, esta vez no de la nobleza, sino del dinero. Los actuales títulos aristocráticos no tienen que ver con cohortes, ducados o condados, sino con presidencias, consejos de grandes instituciones financieras y lugares de privilegio en las instituciones políticas y económicas globales.
La tibia y vigilada democracia en el Estado español, supeditada a la aceptación de la Monarquía parlamentaria sí, o sí, y controlada por su oligarquía financiera, se ha quitado la máscara coincidiendo con el baile de máscaras de los escenarios políticos globales, donde siempre prevalece la falsedad aristocrática del Poder desnudo, el del dinero.
Pasar del Estado de naturaleza al Estado social fue necesario para vehicular los valores humanos y para ello nadie hasta el momento ha inventado nada que supere al contrato social. Este contrato social no podía ser de otra forma que entre iguales, iguales en sustancia, iguales en derechos, iguales ante las oportunidades, iguales ante la ley. Solo de este hecho igualitario podía emerger en la comunidad un sentido de pertenencia necesario para que la política alcanzara sus mejores logros. Ser súbdito se asocia hoy a épocas pasadas en las que la libertad solo se alcanzaba por cuna y no por ciudadanía y donde el cetro que investía al monarca tenía atributos divinos.
Para que este contrato social tomara carta de naturaleza hubo que elevarlo a la categoría de ley y proclamar la igualdad de todos los integrantes de la comunidad política ante ella. ¿Qué si no podría merecer nuestro respeto y nuestra colaboración? Esta es la base de las repúblicas modernas, de las constituciones Francesa y Americana a finales del S. XVIII.
Los valores republicanos impregnaron, en su origen, las primeras constituciones democráticas modernas, las de las democracias llamadas representativas. La tradición republicana, que en su acepción de izquierda tiene su mejor valedor en “El contrato social” de J. J Rousseau, tiene como valor fundamental la estabilidad de la “polis”, estabilidad que solo puede generarse de la libre aceptación del contrato político y social por parte de la gran parte de la ciudadanía. Esta aceptación solo puede darse mediante unas condiciones del pacto sistémico y legal en donde el principio supremo que guíe la acción política sea el bien común, y en donde el principio de autoridad esté fundamentado y complementado con la libre aceptación del contrato y en la participación de todos en la acción democrática y en los beneficios de ella derivados.
Los valores proclamados de la República fueron, libertad, igualdad y fraternidad; valores necesarios para la cohesión y estabilidad de la comunidad política. Estos valores republicanos iban a reforzar la democracia representativa y su sistema político, generando sentido de pertenencia a una comunidad en derechos y en deberes. Sin embargo la deriva democrática hace siglos dejó de representar estos valores y ello debido a que los valores individualistas fueron desplazando a los colectivos. Estos valores individualistas que es innegable, que al igual que los colectivos pueden generarse, albergarse y eclosionar en el ser humano – de ambas tendencias la historia nos ofrece episodios – fueron despertados por el liberalismo decimonónico, mediante su marco sociopolítico de competencia entre individuos, e intereses de facciones y banderas. El escenario político, en la visión liberal, no apelaba a la comunidad sino a la individualidad y a las facciones; no promovía la colaboración, sino a la competencia. En estas circunstancias ¿Cómo promover una comunidad política estable y cohesionada?
En la comunidad sistémica democrática los valores republicanos se fueron debilitando y sustituyendo por otros tres valores que predominan en las sociedades actuales, Individualismo posesivo, competitividad y consumo irresponsable. Atrás quedó el sentido del bien común, cada uno busca en el mercado competitivo su propio bien, muchas veces en contra del bien ajeno o colectivo y de la sostenibilidad del planeta.
La lucha emancipadora de los sectores y las clases desfavorecidas y oprimidas en el sistema liberal-capitalista, consiguieron avances importantes durante el S. XIX y XX, avances que, no debemos olvidar sufrieron la mayor regresión de la historia de forma plebiscitaria en 1933 con Adolf Hitler. Esto debe de hacernos pensar que la democracia, entendida como gobierno del pueblo elegido en sufragio, si no va acompañada de valores republicanos, puede justificar las formas políticas más monstruosas. La democracia, como muchos autores de la democracia han señalado no se justifica únicamente en sus procedimientos, sino que también ha de ser democracia sustancial basada en logros sociales y valores humanos.
La reconsideración del contrato social dio sus mejores frutos después de la Segunda Gran Guerra, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con el denominado Estado social y democrático de derecho. Es la vuelta del liberalismo como doctrina económica y su prevalencia mundial desde hace más de 3 décadas lo que ha constituido de nuevo la regresión económica, social y de legitimidad política actual.
El capitalismo denominado “De rostro humano” o social-democracia, responde al pacto social de post-guerra y vino a significar en el mundo desarrollado 3 décadas continuadas de estabilidad política y social. La vuelta al fundamentalismo del mercado o capitalista se da y se justifica de la mano de las teorías del re-nacido liberalismo, el neoliberalismo. Éste ha conseguido derribar los valores democráticos republicanos y por lo tanto acabar con la estabilidad y cohesión política y social, al mismo tiempo que ha secuestrado a la democracia.
Las formas políticas actuales, con la globalización financiera, son fundamentalmente no democráticas. Esto es patente por el hecho de que las instituciones financieras internacionales (BM, FMI, OMC) y organismos de gobernanza global como el G-20, o regional como el Consejo Europeo, no siendo elegidos por la ciudadanía, constituyen hoy los auténticos centros decisorios en la globalización. El problema añadido es que todos estos organismos de gobernanza adoptan las doctrinas neoliberales como las únicas posibles, y ello en perjuicio de los sistemas democráticos de los Estados-nación y de los pueblos.
La gran brecha social que se da en los Estados entre las clases altas y las bajas, no puede generar cohesión social ni sentido de pertenencia y ciudadanía y esto corroe continuamente los pilares democráticos. Pero tampoco la brecha global entre países ricos y países pobres puede hacerlo, en esta globalización marcadamente desigual e injusta.
Sin embargo en nuestro país, España, seguimos manteniendo vestigios pre-modernos y arcaicos como una monarquía, que a pesar de ser constitucional y expresar que quiere ser de todos los españoles, se alinea con la gran Banca, se permite el lujo de pertenecer al Club de poder global de Bildelberg o monta la recepción y la foto oficial de todos los poderes corporativos de este país con los reyes en El Palacio Real.
Nó, ya no debemos mantener formas pre-democráticas como la monarquía. Una monarquía que en su esencia significa estatus y que tiene prerrogativas que no se pueden equiparar a las del resto de sus “mortales” súbditos. La ley ya no puede mantener el privilegio de herencia, ni albergar poderes no elegidos. La democracia ha de supeditarse al contrato social efectivo, a la estabilidad de la polis, a los valores y la cultura republicana y al bien común.
La democracia será republicana o no será y ello a escala local y global, y la ciudadanía ha de presionar para que se constituyan poderes democráticos, republicanos y sociales a distintos niveles. Ese es el reto de nuestro siglo, esa nuestra lucha.
¡ Un referendum y un nuevo periodo constituyente son necesarios !
¡VIVA LA DEMOCRACIA REPUBLICANA!
Res Pública Global
El sistema democrático está muy por debajo de mínimos, no cumple su función principal: proveer la democracia. Cada vez somos más ciudadanos y ciudadanas los que exclamamos que el sistema que nos contiene no es una democracia ya que quien cuenta no es el pueblo, sino una minoría de “aristócratas”, esta vez no de la nobleza, sino del dinero. Los actuales títulos aristocráticos no tienen que ver con cohortes, ducados o condados, sino con presidencias, consejos de grandes instituciones financieras y lugares de privilegio en las instituciones políticas y económicas globales.
La tibia y vigilada democracia en el Estado español, supeditada a la aceptación de la Monarquía parlamentaria sí, o sí, y controlada por su oligarquía financiera, se ha quitado la máscara coincidiendo con el baile de máscaras de los escenarios políticos globales, donde siempre prevalece la falsedad aristocrática del Poder desnudo, el del dinero.
Pasar del Estado de naturaleza al Estado social fue necesario para vehicular los valores humanos y para ello nadie hasta el momento ha inventado nada que supere al contrato social. Este contrato social no podía ser de otra forma que entre iguales, iguales en sustancia, iguales en derechos, iguales ante las oportunidades, iguales ante la ley. Solo de este hecho igualitario podía emerger en la comunidad un sentido de pertenencia necesario para que la política alcanzara sus mejores logros. Ser súbdito se asocia hoy a épocas pasadas en las que la libertad solo se alcanzaba por cuna y no por ciudadanía y donde el cetro que investía al monarca tenía atributos divinos.
Para que este contrato social tomara carta de naturaleza hubo que elevarlo a la categoría de ley y proclamar la igualdad de todos los integrantes de la comunidad política ante ella. ¿Qué si no podría merecer nuestro respeto y nuestra colaboración? Esta es la base de las repúblicas modernas, de las constituciones Francesa y Americana a finales del S. XVIII.
Los valores republicanos impregnaron, en su origen, las primeras constituciones democráticas modernas, las de las democracias llamadas representativas. La tradición republicana, que en su acepción de izquierda tiene su mejor valedor en “El contrato social” de J. J Rousseau, tiene como valor fundamental la estabilidad de la “polis”, estabilidad que solo puede generarse de la libre aceptación del contrato político y social por parte de la gran parte de la ciudadanía. Esta aceptación solo puede darse mediante unas condiciones del pacto sistémico y legal en donde el principio supremo que guíe la acción política sea el bien común, y en donde el principio de autoridad esté fundamentado y complementado con la libre aceptación del contrato y en la participación de todos en la acción democrática y en los beneficios de ella derivados.
Los valores proclamados de la República fueron, libertad, igualdad y fraternidad; valores necesarios para la cohesión y estabilidad de la comunidad política. Estos valores republicanos iban a reforzar la democracia representativa y su sistema político, generando sentido de pertenencia a una comunidad en derechos y en deberes. Sin embargo la deriva democrática hace siglos dejó de representar estos valores y ello debido a que los valores individualistas fueron desplazando a los colectivos. Estos valores individualistas que es innegable, que al igual que los colectivos pueden generarse, albergarse y eclosionar en el ser humano – de ambas tendencias la historia nos ofrece episodios – fueron despertados por el liberalismo decimonónico, mediante su marco sociopolítico de competencia entre individuos, e intereses de facciones y banderas. El escenario político, en la visión liberal, no apelaba a la comunidad sino a la individualidad y a las facciones; no promovía la colaboración, sino a la competencia. En estas circunstancias ¿Cómo promover una comunidad política estable y cohesionada?
En la comunidad sistémica democrática los valores republicanos se fueron debilitando y sustituyendo por otros tres valores que predominan en las sociedades actuales, Individualismo posesivo, competitividad y consumo irresponsable. Atrás quedó el sentido del bien común, cada uno busca en el mercado competitivo su propio bien, muchas veces en contra del bien ajeno o colectivo y de la sostenibilidad del planeta.
La lucha emancipadora de los sectores y las clases desfavorecidas y oprimidas en el sistema liberal-capitalista, consiguieron avances importantes durante el S. XIX y XX, avances que, no debemos olvidar sufrieron la mayor regresión de la historia de forma plebiscitaria en 1933 con Adolf Hitler. Esto debe de hacernos pensar que la democracia, entendida como gobierno del pueblo elegido en sufragio, si no va acompañada de valores republicanos, puede justificar las formas políticas más monstruosas. La democracia, como muchos autores de la democracia han señalado no se justifica únicamente en sus procedimientos, sino que también ha de ser democracia sustancial basada en logros sociales y valores humanos.
La reconsideración del contrato social dio sus mejores frutos después de la Segunda Gran Guerra, con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con el denominado Estado social y democrático de derecho. Es la vuelta del liberalismo como doctrina económica y su prevalencia mundial desde hace más de 3 décadas lo que ha constituido de nuevo la regresión económica, social y de legitimidad política actual.
El capitalismo denominado “De rostro humano” o social-democracia, responde al pacto social de post-guerra y vino a significar en el mundo desarrollado 3 décadas continuadas de estabilidad política y social. La vuelta al fundamentalismo del mercado o capitalista se da y se justifica de la mano de las teorías del re-nacido liberalismo, el neoliberalismo. Éste ha conseguido derribar los valores democráticos republicanos y por lo tanto acabar con la estabilidad y cohesión política y social, al mismo tiempo que ha secuestrado a la democracia.
Las formas políticas actuales, con la globalización financiera, son fundamentalmente no democráticas. Esto es patente por el hecho de que las instituciones financieras internacionales (BM, FMI, OMC) y organismos de gobernanza global como el G-20, o regional como el Consejo Europeo, no siendo elegidos por la ciudadanía, constituyen hoy los auténticos centros decisorios en la globalización. El problema añadido es que todos estos organismos de gobernanza adoptan las doctrinas neoliberales como las únicas posibles, y ello en perjuicio de los sistemas democráticos de los Estados-nación y de los pueblos.
La gran brecha social que se da en los Estados entre las clases altas y las bajas, no puede generar cohesión social ni sentido de pertenencia y ciudadanía y esto corroe continuamente los pilares democráticos. Pero tampoco la brecha global entre países ricos y países pobres puede hacerlo, en esta globalización marcadamente desigual e injusta.
Sin embargo en nuestro país, España, seguimos manteniendo vestigios pre-modernos y arcaicos como una monarquía, que a pesar de ser constitucional y expresar que quiere ser de todos los españoles, se alinea con la gran Banca, se permite el lujo de pertenecer al Club de poder global de Bildelberg o monta la recepción y la foto oficial de todos los poderes corporativos de este país con los reyes en El Palacio Real.
Nó, ya no debemos mantener formas pre-democráticas como la monarquía. Una monarquía que en su esencia significa estatus y que tiene prerrogativas que no se pueden equiparar a las del resto de sus “mortales” súbditos. La ley ya no puede mantener el privilegio de herencia, ni albergar poderes no elegidos. La democracia ha de supeditarse al contrato social efectivo, a la estabilidad de la polis, a los valores y la cultura republicana y al bien común.
La democracia será republicana o no será y ello a escala local y global, y la ciudadanía ha de presionar para que se constituyan poderes democráticos, republicanos y sociales a distintos niveles. Ese es el reto de nuestro siglo, esa nuestra lucha.
¡ Un referendum y un nuevo periodo constituyente son necesarios !
¡VIVA LA DEMOCRACIA REPUBLICANA!
Res Pública Global
lunes, 24 de octubre de 2011
Crise do sistema de benestar (I e II )
Crisis del sistema de bienestar (I) from Karlos Luckas on Vimeo.
Crisis del sistema de bienestar II from Karlos Luckas on Vimeo.
Charla titulada “Crisis del sistema de bienestar”, impartida por Félix Rodrigo Mora en el Atenéu Llibertariu D´Uviéu, el día 24 de septiembre de 2011, en la cual el ponente expuso su punto de vista sobre esta candente cuestión, basándose principalmente en su texto “El giro estatolátrico, repudio experiencial del estado de bienestar” publicado en la editorial Maldecap, primera edición de marzo de 2011.
jueves, 20 de octubre de 2011
La economía verde reducirá la pobreza
Esta es una de las principales conclusiones del documento titulado “Un resumen para tomadores de decisiones sobre Economía Verde y los Objetivos de Desarrollo del Milenio”, lanzado ayer en la Reunión sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Achim Steiner, Subsecretario General de Naciones Unidas y Director Ejecutivo de Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), explicó: “Existe cada vez más evidencia de que acelerar la transición a una Economía Verde, baja en carbono, eficiente en el uso de recursos, y generadora de empleos podría no sólo ser clave para el logro de las metas de sustentabilidad del siglo 21, sino que puede también contribuir significativamente al logro del resto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio”.
“La Economía Verde da una mirada fresca a los retos y destaca las múltiples oportunidades costo-efectivas que desde el punto de vista económico y social se presentan para la inversión y re-inversión en sistemas de energía con tecnologías limpias modernas, así como para el manejo de los recursos naturales que constituyen infraestructura ecológica de planeta. Al hacer esto, se atiende el objetivo económico, social y ambiental del desarrollo sustentable, y se subraya la riqueza de elecciones y opciones disponibles para el alcanzar progreso sostenido, considerando las realidades de nuestro tiempo”, dijo el Sr. Steiner.
El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) cita además numerosos casos de estrategias verdes que están redituando múltiples dividendos y generando numerosas oportunidades con relación a los ocho ODMs
El informe señala también los múltiples beneficios de otras políticas, por ejemplo de aquellas que promueven la certificación de los productos agrícolas amigables con la biodiversidad.
El mercado de estos productos podría tener un valor de 210 mil millones dólares en 2020 frente a los 40 mil millones de dólares en 2008 si cuenta con el respaldo adecuado, generando nuevos flujos de ingresos, a la vez de conservar el capital natural del planeta.
Fuente: PNUMA
Achim Steiner, Subsecretario General de Naciones Unidas y Director Ejecutivo de Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), explicó: “Existe cada vez más evidencia de que acelerar la transición a una Economía Verde, baja en carbono, eficiente en el uso de recursos, y generadora de empleos podría no sólo ser clave para el logro de las metas de sustentabilidad del siglo 21, sino que puede también contribuir significativamente al logro del resto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio”.
“La Economía Verde da una mirada fresca a los retos y destaca las múltiples oportunidades costo-efectivas que desde el punto de vista económico y social se presentan para la inversión y re-inversión en sistemas de energía con tecnologías limpias modernas, así como para el manejo de los recursos naturales que constituyen infraestructura ecológica de planeta. Al hacer esto, se atiende el objetivo económico, social y ambiental del desarrollo sustentable, y se subraya la riqueza de elecciones y opciones disponibles para el alcanzar progreso sostenido, considerando las realidades de nuestro tiempo”, dijo el Sr. Steiner.
El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) cita además numerosos casos de estrategias verdes que están redituando múltiples dividendos y generando numerosas oportunidades con relación a los ocho ODMs
El informe señala también los múltiples beneficios de otras políticas, por ejemplo de aquellas que promueven la certificación de los productos agrícolas amigables con la biodiversidad.
El mercado de estos productos podría tener un valor de 210 mil millones dólares en 2020 frente a los 40 mil millones de dólares en 2008 si cuenta con el respaldo adecuado, generando nuevos flujos de ingresos, a la vez de conservar el capital natural del planeta.
Fuente: PNUMA
lunes, 17 de octubre de 2011
viernes, 14 de octubre de 2011
Un peso un dolar (cine argentino)
Ricardo Tattarelli es un empleado del estado que, inducido por su jefe Cacho, toma un retiro voluntario, ya que las privatizaciones y los despidos son inminentes. Con la gran suma de dinero pone una pizzería, y su vida cambia por completo.
jueves, 13 de octubre de 2011
miércoles, 12 de octubre de 2011
La cura para la economía
Laboratorio de ideas JOSEPH E. STIGLITZ
EL PAIS
La crisis económica iniciada en 2007 continúa; mientras tanto, una pregunta obvia ronda las cabezas de todos: ¿por qué? Si no logramos una mejor comprensión de las causas de la crisis no podremos implementar una estrategia eficaz de recuperación. Y por el momento no tenemos ni lo uno ni lo otro.
La crisis económica iniciada en 2007 continúa; mientras tanto, una pregunta obvia ronda las cabezas de todos: ¿por qué? Si no logramos una mejor comprensión de las causas de la crisis no podremos implementar una estrategia eficaz de recuperación. Y por el momento no tenemos ni lo uno ni lo otro.
Se nos dijo que fue una crisis financiera y que por eso los Gobiernos de ambos lados del Atlántico se concentraron en los bancos. Se nos aseguró, además, que los planes de estímulo eran un paliativo temporal necesario para pasar el mal momento, hasta que el sector financiero se recuperara y resurgiera el crédito privado. Pero mientras el sector bancario tiene otra vez su rentabilidad y sus bonus, el crédito no se ha recuperado, a pesar de que los tipos de interés a corto y largo plazo están en mínimos históricos.
Los bancos aseguran que lo que restringe el crédito es la falta de acreedores fiables, producto del mal estado de la economía. Y algunos datos clave indican que tienen razón, al menos en parte. Las grandes empresas atesoran unos cuantos billones de dólares en reservas de efectivo, o sea, que no es la falta de dinero lo que les impide invertir y tomar trabajadores. Pero para algunas empresas pequeñas, quizá para muchas, la situación es muy diferente: están tan necesitadas de fondos que no pueden crecer, y muchas se ven obligadas a menguar.
Sea como sea, la inversión empresarial en términos generales (sin contar la construcción) está otra vez en un 10% del PIB (antes de la crisis era del 10,6%). Con el excedente que hay en el sector inmobiliario, no es de esperar que la confianza vuelva pronto a los niveles de antes de la crisis (independientemente de las medidas que se tomen en relación con el sector bancario).
El factor evidente que precipitó la crisis fue la imprudencia imperdonable del sector financiero, sumada a la insensatez de una desregulación que le dio rienda suelta. La herencia que nos dejó (excedente en el sector inmobiliario y hogares demasiado endeudados) dificulta todavía más la recuperación.
Pero la economía ya se encontraba muy mal antes de la crisis, y la burbuja inmobiliaria no hizo más que ocultar sus debilidades. Si no se hubiera inflado la burbuja para estimular el consumo, se habría producido una enorme escasez de demanda agregada. Lo que ocurrió, en cambio, fue que la tasa de ahorro personal se redujo a apenas el 1%, mientras que el 80% de los estadounidenses menos pudientes gastaban cada año aproximadamente el 110% de sus ingresos. Incluso si el sector financiero se recuperara completamente y estos estadounidenses pródigos no hubieran aprendido nada sobre la importancia del ahorro, su consumo no superaría el 100% de sus ingresos. Así que todos los que hablan de un regreso del consumo (incluso después del desendeudamiento) viven en un mundo de fantasía.
Es cierto que para una recuperación económica era necesario poner en orden el sector financiero, pero esto no es suficiente. Para comprender las medidas que hay que tomar debemos entender los problemas que afectaban a la economía antes de la crisis.
En primer lugar, EE UU y el mundo fueron víctimas de su propio éxito. El acelerado aumento de la productividad en el sector industrial superó el crecimiento de la demanda, lo que supuso una reducción del nivel de empleo en ese sector. Esto implicaba un desplazamiento de mano de obra al sector de los servicios.
El problema es similar al que se presentó a principios del siglo XX, cuando un rápido crecimiento de la productividad en el sector agrícola obligó a la mano de obra a mudarse de las áreas rurales a los centros fabriles urbanos. Con una caída de los ingresos agrícolas superior al 50% entre 1929 y 1932, era de esperar que se produjera una migración a gran escala. Pero los trabajadores quedaron atrapados en el sector rural porque no tenían recursos para trasladarse, y la caída de sus ingresos debilitó de tal modo la demanda agregada que el desempleo industrial y urbano se disparó.
La necesidad que tienen EE UU y Europa de retirar mano de obra del sector industrial se agrava por el cambio de las ventajas comparativas: además de que hay un límite global para la cantidad de empleos fabriles, una proporción mayor de esos puestos de trabajo se irá a otros países.
Mientras tanto, la globalización fue uno de los factores (aunque no el único) que contribuyeron a que surgiera el segundo problema clave: el aumento de la desigualdad. Como una parte de los ingresos se trasladó de personas que los gastan a personas que no los gastan, la demanda agregada se redujo. Asimismo, el enorme encarecimiento de la energía derivó poder adquisitivo de EE UU y Europa a los países productores de petróleo, que al darse cuenta de la volatilidad de sus precios eligieron acertadamente ahorrar gran parte de esta renta.
El tercer y último problema que contribuye a la debilidad de la demanda agregada global es la masiva acumulación de reservas en divisa extranjera por parte de los mercados emergentes (que en parte es una reacción a los errores cometidos por el Fondo Monetario Internacional y el Tesoro de EE UU en el manejo de la crisis asiática de 1997 y 1998). Al darse cuenta de que la falta de reservas los ponía en riesgo de perder la soberanía económica, muchos países se dijeron: "Nunca más". Pero si bien la acumulación de reservas los protegió (acumulación que en las economías emergentes y en vías de desarrollo actualmente anda por los 7,6 billones de dólares), el dinero que se destina a reservas es dinero que no se gasta.
En cuanto a la solución de estos problemas subyacentes, ¿dónde nos encontramos? En relación con el primero, como los países que acumularon grandes reservas pudieron capear mejor la crisis económica, el incentivo a seguir acumulando aumenta todavía más. Paralelamente, los banqueros tienen otra vez sus bonus, pero los trabajadores ven cómo sus salarios pierden valor y sus horas de trabajo se reducen, lo que amplía la brecha de ingresos. Encima, EE UU no se ha librado de su dependencia del petróleo. Este verano [del hemisferio norte] el precio del petróleo volvió a subir por encima de los 100 dólares por barril (y todavía se mantiene alto), lo que significa una nueva transferencia de divisas a los países exportadores de petróleo. Mientras tanto, la transformación estructural de las economías avanzadas, necesaria para poder retirar mano de obra de los sectores industriales tradicionales, avanza muy lentamente.
El Estado es un actor protagonista en la financiación de los servicios que necesita la gente, por ejemplo, la educación y la atención de la salud. Y para restaurar la competitividad en Europa y EE UU, los programas de educación y formación con fondos estatales serán fundamentales. Pero a ambos lados del Atlántico se optó por la austeridad fiscal, con lo que prácticamente está garantizado que la transición de esas economías será lenta.
La receta para el mal que aqueja a la economía global se deduce inmediatamente a partir del diagnóstico: hacen falta sólidos programas de gasto público que apunten a facilitar la reestructuración, promover el ahorro energético y reducir la desigualdad; y junto con esto, una reforma del sistema financiero internacional que cree alternativas a la acumulación de reservas.
Tarde o temprano, los líderes mundiales (y los votantes que los eligen) se darán cuenta de que es así, ya que, conforme las perspectivas de crecimiento sigan empeorando, no les quedará otra alternativa. ¿Pero cuánto sufrimiento deberemos soportar hasta que eso ocurra?
Joseph E. Stiglitz es profesor de la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía y autor del libro Caída libre: Estados Unidos, el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial. © Project Syndicate, 2011. Traducción de Esteban Flamini.
sábado, 8 de octubre de 2011
domingo, 2 de octubre de 2011
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